
Hace un siglo el petróleo generó una industria extremadamente lucrativa y de alto crecimiento. Gracias a dudosas prácticas comerciales, la empresa Standard Oil llegó a controlar el 91 % de la producción y el 85 % de las ventas en EEUU, mientras que sus filiales globales pusieron en riesgo el comercio mundial. Su presidente y principal accionista, John D. Rockefeller, fue catapultado a ser la persona más rica de la historia y el patriarca de una familia de millonarios que persiste hoy en día. El coloso de Standard Oil se en convirtió la primera víctima de la ley antimonopolista estadounidense (pionera en su género).
Los colosos de nuestra época no son las multinacionales petroleras. Alphabet, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft son las cinco empresas más valiosas del mundo; y todas tienen algo en común: una gran colección de datos que está bajo constante almacenaje y estudio. Sólo desde Enero hasta finales de Marzo de este año han conseguido, en conjunto, un beneficio neto de 25.000.000.000 $ (≈ 22.732.439.200 €). Una cifra que supera el PIB de la mayoría de países.
Este poderío empresarial no viene marcado sólo por sus beneficio, si no que viene acompañado de una cuota de mercado que daría envidia al propio patriarca Rockefeller. Amazon recibe la mitad de todas las compras en línea de EEUU. Google (buque insignia de Alphabet) y Facebook controlan la publicidad en la red hasta el punto de empujar al resto de empresas a márgenes insignificantes. Por otro lado, Apple y Microsoft imperan en el mercado de móviles y ordenadores.
Un nuevo tipo de monopolio
Estas empresas no entran en las clásicas prácticas monopolistas de sangrar a sus clientes con precios abusivos; siendo la mayoría de sus servicios gratuitos, ya que los clientes pagan con su información. El surgimiento de empresas como WhatsApp o Snapchat demuestran que no están impidiendo la competencia.
Sin embargo es innegable las prácticas monopolistas de los gigantes de la información. Todos disfrutan de un estatus de dios en sus respectivos mercados, controlando toda la competencia y llegándola a absorber como la reciente compra de WhatsApp por parte de Facebook.
Este nuevo tipo de monopolio imposibilita las antiguas leyes monopolistas. Standard Oil fue dividida en treinta y cuatro empresas independientes, algo que no tendría sentido en nuestro siglo. ¿Cómo podríamos dividir Facebook, junto con todos sus CPD, datos y usuarios, en una treintena de empresas? Una disolución de este tipo, en cualquiera de los cinco titanes de la información, es una tarea condenada al fracaso desde el principio. En el caso de Estados Unidos vs Microsoft, de 2001, se intentó aplicar la ley antimonopolista por el dominio que ejercía la empresa. No obstante el juicio acabó en acuerdo de ambas partes por los motivos arriba descritos; poniendo aún más de manifiesto la actual necesidad de una nueva regulación adaptada a nuestra época.
Fuente: The Economist
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